Titánica inauguración de la temporada 19/20 de la OCM

El pasado domingo 27 de octubre de 2019, el Palau de la Música de Barcelona se vistió de gala para la inauguración de la nueva temporada 19/20 de la Orquestra Simfònica Camera Musicae, de la que hemos tenido el privilegio de cubrir potentes recitales en pasadas temporadas. Y digo de gala, porque bajo la batuta de su director artístico Tomàs Grau, la enérgica formación catalana ofreció un programa de auténtico lujo, como es la enorme interpretación de Titan, la primera sinfonía de Gustav Mahler, y el Concierto para Violín y Orquesta más famoso del panorama clásico (el de Felix Mendelssohn)Y como viene siendo ya habitual, para la primera parte del concierto, la dedicada a Mendelssohn, la orquesta invitó a un concertista de primer nivel, en este caso Liviu Prunaru, violinista rumano actual concertino de la Royal Concertgeboux Orchestra de los país bajos.

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Cuando se escucha y sobretodo cuando se presencia la interpretación del concierto para violín y orquestra de Mendelssohn, es cuando quedan patentes unas cuantas predilecciones del compositor y con las que innovó el repertorio clásico de conciertos. El primero y más notorio es la incorporación deliberada del papel de acompañante de la orquesta por parte del concertista. Además, los motivos musicales son más también presentados por la orquesta en general y no únicamente por el concertino como venía haciéndose hasta ese momento. De aquí que este concierto para violín y orquesta sea lo suficiente atractivo tanto para músicos como para espectadores.

Prunaru ofreció un recital indiscutiblemente virtuoso, cuyo Stradivarius datado de 1694 navegaba por los registros seductores, sobrios y aún así con una enorme sensibilidad del concierto (piel de gallina con el segundo movimiento). El romanticismo que impregna toda esta composición de Mendelssohn quedó inmaculado, y el virtuosismo de la parte final, ese tercer y último movimiento, fue espectacular en manos de Liviu Prunaru mano a mano con la OCM, que se vieron merecidamente ovacionados. Una pieza de Bach en forma de bis solitario del concertista rumano fue la rúbrica de una intensa primera parte que había dejado el listón muy alto.

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Y después de 20 minutos de intervalo, llegaba la Titán de Mahler, en la versión revisada en 4 movimientos que transcurrieron durante una montaña rusa de emociones y registros sinfónicos, desde marchas militares a marchas fúnebres, pasando por adaptaciones libres de cancioneros populares como ese Frére Jacques y motivos naturalistas, sobretodo en el primer movimiento. Y espectacularidad, mucha espectacularidad, durante los 60 intensos minutos de duración que saben mimetizarse en la épica wagneriana. Y aunque Grau quizá pecó de querer dotar de demasiada solemnidad a las secciones no épicas de los longevos primer y cuarto movimiento (de 15 y 20 minutos respectivamente), su dominio en la lírica junto con la energía que desprende la OCM en los fragmentos más épicos inundaron el Palau de texturas que otorgaron mucha vida adicional a la sinfonía como banda sonora ficticia de un film inexistente. Asimismo, la danza/waltz inherente del segundo acto y la marcha fúnebre con flirteos con las bandas musicales populares fueron irreprochablemente arrolladoras, especialmente por la enorme labor de los solistas de fagot, clarinete, e incluso contrabajo, así como la percusión, poco presente pero muy protagonista a lo largo de la hora de duración, y la omnipresencia de cuerdas y metales revistiendo todo el conjunto. Y todo eso basándose no en una obra literaria en sí, sino en las sensaciones del propio compositor al leer esa historia homónima de Jean Paul. 

Y es en este punto que no quería dejar de felicitar el saber estar del público, un público el del Palau de la Música muy respetuoso y conocedor del protocolo de no aplaudir entre movimientos, si no al final del último movimiento, plagado éste de momentos de calma y de épica total con vientos y metales al unísono.

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Inmejorable inicio de temporada con una enorme ovación tras el cuarto y último triunfal movimiento de la Titán, que más que hacer referencia a la obra homónima de Jean Paul parece que describa el trabajo del director y de los más de 60 músicos en el escenario, realmente titánico en sus 60 minutos de duración y sus múltiples cambios de registro. Sin duda la OCM promete una temporada de primerísimo nivel. Y como siempre, con apoyo audiosivual del fotógrafo Marti E. Berenguer, a quien le debemos las fotografías oficiales de éste y otros conciertos de la Orquestra Simfònica Camera Musicae.

 

 

 

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